Cada día, desde hace dos
o tres sexenios, he escuchado que ahora sí, habrá cambios en la legislación
laboral, que ahora sí, vienen la flexibilización y cosas mucho más
interesantes.
Y por supuesto, me he
quedado con las ganas de saber a qué se refieren los que anuncian los cambios,
pues tanto usted como yo, mi querido lector, sabemos perfectamente que no ha
surgido cambio alguno que beneficie a los obreros en los últimos años.
De hecho, debo confesar
mi tristeza pues hace días tuve oportunidad de conocer a un joven
profesionista, con estudios en las mejores escuelas, con un trabajo de esos que
te hacen sentir que el mundo es tuyo, que me empezó a cuestionar en cuanto a lo
que debe hacerse con los trabajadores en general y más, con los obreros de bajo
salario.
Yo defiendo que la
expresión “salario decente” que ha tratado de manejar la Organización
Internacional del Trabajo, la O.I.T. por sus siglas, debe ir mucho más allá, al
grado que debe pugnarse por que el obrero y en general, los empleados todos,
tengan como salario una cantidad que les permita tener una forma de vida
“decente”, entendiendo por decente la primera definición que nos brinda el
diccionario de la Real Academia Española: Honesto, justo, debido.
Es decir, el salario debe
ser honesto, lo que significa que el patrón pague lo que realmente merezca el
trabajo recibido, no más, de ninguna manera, pero no menos, como suele hacerse.
Que sea con decoro, razonable, con probidad.
El salario debe ser
justo, entendiendo por justicia dar a cada quien lo que le corresponda.
El salario debe ser
debido, es decir, como corresponde o es lícito.
Todas las definiciones
son de la Real Academia y las utilizo para tratar de dar el sentido exacto a
las palabras que quiero decir, a lo que quiero expresar.
Y si la propia O.I.T. ha
pugnado por otorgarle esas características al salario, cómo es que yo voy a
consentir que un joven mexicano, con elevados estudios y con una sólida
formación académica, estime correcto que no cobren Reparto de Utilidades, que
busque la forma de escatimarle al trabajador los escasos derechos con que
cuenta.
Y ahí es donde está el
temor que siento ante los posibles cambios a la ley laboral. Es cierto que como
está, así de proteccionista, lo que realmente logra es dejar totalmente
desprotegido al trabajador, pues de tanto arroparlo, asfixia al patrón y vuelve
nulas las posibilidades de generar empleos.
La ley laboral tiene
errores, cierto, y los funcionarios que la aplican buscan la forma de lograr su
mayor beneficio de esos yerros. Los abogados laboralistas, muchas veces lo que
hacen es obtener ganancias a río revuelto, pues en el mar de prestaciones a
demandar, a veces se cuela alguna que no correspondía, pero si procede la
demanda, se cobra todo… como si el patrón debiera ser experto en lidiar con
juicios y abogados y esas cosas.
Lo que debe hacerse, es
buscar la forma de permitir que la gente obtenga los medios para satisfacer sus
necesidades: tanto patrón como empleados, pues de seguir buscando la manera de
enfrentarlos como si realmente fueran enemigos, lo único que habrá de lograrse
es desmantelar el aparato productivo del país.
Que el costo de tener un
empleado, no sea mayor que el costo del propio empleado. Que la legislación no
obligue al patrón a buscar la manera de no pagar, pagar poco o de plano, pagar
tarde, pues así, seguirá el actual estado de cosas sin solución.
Lo que ha de lograrse, es
el consenso para que todos, sin excepción tengan derecho a las protecciones y
privilegios de ley, pero sin cargarle el peso del costo al patrón, que también
necesita ayuda para salir adelante.
Una fórmula que debe
utilizarse, es permitiendo que las contrataciones tengan una cuota fija para el
pago de la seguridad social, no los sistemas que actualmente obligan a todos a
buscar la forma de eludirlos, con la consecuente violación de derechos
laborales y el fraude gigantesco a la seguridad social que a diario se produce,
precisamente por las políticas gubernamentales que a eso orilla.
Así, el patrón tendría la
certeza de que actúa conforme a derecho y el obrero, la tranquilidad de saberse
protegido por la seguridad social.
Y también, debe ampliarse
el beneficio de tener derecho a clínica y a pensión, a quienes no tengan un
empleo formal o un patrón establecido que los inscriba en uno de los múltiples
sistemas de seguridad social que coexisten en nuestro país.
Y la forma de lograrlo es
tan fácil, tan sencilla, que hasta pareciera que la negativa de la autoridad a
utilizar el proyecto que usted conoce, tiene su origen o en la ignorancia del
tema o en lo mezquino de sus sentimientos.
Ahí es donde entra la
tristeza a que me he referido. ¿Cómo puede un mexicano estimar correcto que se
birle el derecho del desprotegido?
¿Cómo puede alguien
considerar que es válido realizar maniobras con tintes legales, para permitir
los fraudes al trabajador y más aún, a la seguridad social toda?
Me gustaría conocer su
opinión.
Vale la pena.
José Manuel Gómez Porchini.
Director General
Calmécac Asesores Profesionales S.C.
Comentarios: jmgomezporchini@gmail.com
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