Un día, hace muchos años, tuve oportunidad de participar
en política estudiantil, en la Escuela Preparatoria Lic. y Gral. Juan José de
la Garza, en mi tierra, H. Matamoros, Tamaulipas. Ahí conocí a jóvenes como yo,
inquietos, con ganas de cambiar al mundo y con la ilusión de hacer las cosas
bien y conseguir un mejor México.
Los años pasaron. A algunos de ellos, los seguí
viendo en la extrema izquierda, luchadores incansables pero sin el menor éxito.
A otros, tanto de izquierda como de derecha y centro, los vi acomodarse en el
carro de la revolución, donde cambiaron sus ideales por monedas, sus sueños por
realidades en efectivo y su emoción social, por la extrema indiferencia del que
todo tiene.
El tiempo me ha dado la oportunidad de verlos a
unos y otros y también, a los que siguieron luchando, desde la derecha, la
izquierda o el centro, pero sin perder de vista sus valores morales. Ahí, en la
honradez, no importa la geometría política. Cuando una persona es digna de
confianza, no existe pero que se le pueda hacer valer.
Hoy, veo a los candidatos que buscan el voto para
llegar a la presidencia de la república. Me los imagino de jóvenes, cuando
tenían sueños y entusiasmo y los pienso en su realidad, hoy, cuando todo está
controlado por alguien, que ellos aceptan.
Así, ¿cómo se les puede creer?
Por otra parte, como padre de dos jóvenes
universitarios y como maestro de muchos, en aulas de varias universidades, los
veo con ganas, con sueños y con emoción, decir que son el 132 o que son más de
dos millones o cualquier cosa que ahora se les ha ocurrido en la forma moderna
que tienen de expresarse: las redes sociales.
Sin embargo, veo con miedo, con tristeza y con
mucho cuidado, lo que está sucediendo en las redes sociales y que ya empieza a
trasladarse a la realidad. Están generando una increíble intolerancia, todos y
cada uno de ellos. Los que están a favor del rojo, no aceptan a los demás. Los del
verde, menos y los del amarillo, parafraseando a Mario Moreno Cantinflas, no se
aguantan ni solos.
La pregunta es: ¿Qué va a suceder cuando los que
llevan 21 puntos de ventaja en las encuestas ganen? ¿Los demás van a aceptar su
derrota? ¿Van a exigirle que decline por el bien de México?
La candidata, que se asume diferente y que ahora en
las redes le dicen INDIFERENTE, tiene el apoyo del dinero, pero no del pueblo. El
que piensa que es el mesías que necesita México, tiene algo de pueblo, pero no
al dinero ni los votos. El que tiene los votos y algo de dinero, no tiene
intelectuales de izquierda que lo apoyen y le hagan una campaña de altura.
Así, con esas increíbles fallas, ¿a cuál irle? ¿Cuál
es el menos malo? O más bien, de los candidatos en juego, ¿cuál es el mejor
para México, que es lo que nos debería importar?
Los jóvenes exigen su espacio. ¿Querrán realmente
cambiar a México o estarán siendo usados por alguien, que les entrega en
bandeja de plata lo que creen que quieren a cambio de obtener lo que busca?
La inocencia es obligación del joven. La imprudencia,
también. Lo que necesitan es un adulto que los guíe por la senda correcta, como
alega cada uno de los cuatro candidatos. Sin embargo… ¿cuál es el camino
correcto? ¿Alguien está capacitado para explicárselo a los jóvenes?
Me gustaría conocer su opinión.
Vale la pena.
José
Manuel Gómez Porchini.
Director
General
Calmécac
Asesores Profesionales S.C.
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