José Manuel Gómez Porchini /
México debe salir adelante
Hay
en el mundo una creciente tendencia a generar menor contaminación. La gente
busca cómo hacerle para que los desechos, lo que ya fue utilizado, cause menos
problemas al medio ambiente.
Y
sí, existe una guerra frontal en contra de los plásticos. Botellas de agua,
envases de refresco, arillos de bebidas, bolsas de supermercados y otros
contaminantes han sido blanco de ataques frontales de la sociedad, en especial,
de los miembros de redes sociales con gran influencia entre los demás.
Sin
embargo, hace unos días me hacían una observación, por cierto, muy válida:
nadie está atacando a las prendas de vestir que contienen derivados de
petróleo. Le aclaro, por si usted no tenía el dato, que el nilon o naylon,
proviene del petróleo y obtuvo su popularidad al ser un material que puede
convertirse en telas que, con su integración, ya no requiere planchado.
Desde
tiempos inmemoriales, el vestido del ser humano ha provenido de pieles y al
tiempo, de hilar algodón, sedas, lana de borrego; fibras de coco, henequén,
lino, cáñamo y muchas más. Vale la pena recordar a la lechuguilla, llamada
también ixtle, que fue una industria completa en la zona del Cuarto Distrito en
Tamaulipas, pues crece con poca agua, soporta la sequía y tiene un sinfín de
utilidades: medicinales, químicas y para la elaboración de hilos. Sin embargo, han pasado a la historia pues
tanto para teñirlas como para moldearlas, se requiere mayor esfuerzo que con
las fibras sintéticas.
Ahora,
que ya está de moda ser “amigable” con el planeta, comienzan los principales
diseñadores a regresar a las fibras naturales como expresión de buen gusto.
Jamás
una tela de material sintético, va a tener la frescura del algodón; nunca unos
hilos sintéticos podrán igualar la suavidad de la seda; cualquier plástico es
menos resistente que un cabo de ixtle. No hay material sintético que alcance el
valor de un petatillo de oro, tejido en filigrana.
Esto
último lo descubrieron quienes atracan barcos en los muelles. Los cabos de
plástico, por más gruesos y de mayor cantidad de hilos que tengan, al
reventarse el primero, los demás siguen casi de inmediato y se pierde la
cohesión, llevando la cuerda a romperse. En cambio, un mecate de ixtle soporta
mucho más y cuando se va reventando uno, los demás siguen con la función de
mantener unido el cabo, como si la naturaleza quisiera enseñarnos que sabe
hacer las cosas mejor que el hombre.
En
consecuencia, lo que ahora se impone es regresar a lo básico, a lo que la madre
naturaleza nos brinda y buscar la lana de las ovejas, la seda de los gusanos,
el ixtle de la lechuguilla y las redes de palma. Son más frescas, aguantan más
y son muy bonitas. Claro, a veces no tienen los destellos de las fibras
sintéticas, pero recuerde usted que lo natural no contamina.
Me
gustaría conocer su opinión.
Vale
la pena.
José
Manuel Gómez Porchini
No hay comentarios:
Publicar un comentario