lunes, 18 de octubre de 2010

La salud como verdadero Derecho Constitucional.


Aparece en el texto constitucional: “TODA PERSONA TIENE DERECHO A LA PROTECCION DE LA SALUD. LA LEY DEFINIRA LAS BASES Y MODALIDADES PARA EL ACCESO A LOS SERVICIOS DE SALUD…”. El problema es saber cuál ley nos va a limitar o establecer ese derecho.

Una, son las leyes derivadas de las relaciones de trabajo. Que la ley del IMSS, la del ISSSTE, la de las diferentes dependencias que por su cuenta proporcionan seguridad social, los contratos colectivos de las universidades públicas y demás. Otra, es la ley de salud que indica lo relativo a las instituciones públicas de asistencia social.

Para tener acceso a las que derivan de una relación de trabajo, obvio, se necesita esa relación. La asistencia social es limosna, no derecho.

Los empleados y sus familias suman aproximadamente cincuenta millones de mexicanos con derecho, no muy derecho, para tener quién los cure. ¿Y los demás? ¿Los otros cincuenta y siete millones de mexicanos?

Esa es la problemática que le planteo. La forma de lograr otorgar como derecho y no como limosna el servicio médico a los que faltan, de los cuales, muchos, la mayoría, produce y participa de la sociedad. Efectivamente, la antigua y obsoleta idea de que sólo quien tenga una relación laboral formal ha de tener acceso a los sistemas de salud, ya debe quedar en el pasado.

Ahora debe plantearse un acceso universal, un derecho para todos, en base al gasto. Es decir, que cada uno de los mexicanos, tenga derecho a servicios de salud y más adelante, al cumplir la edad fijada, a una pensión. Y lo único que se necesita es que el gobierno logre crear “Clientes Frecuentes” de Hacienda mediante una tarjeta que se utilice en cada compra que hagan las personas, de la que una parte equivalente a tres puntos de IVA se destine a una cuenta de ahorros de cada quien en lo particular, de la que se podrá lograr soportar el gasto que se origine.

Ya está estructurado. Ya está desarrollado. Ya puede ser una realidad y está a sus órdenes. Está en mi blog.

Vale la pena.

Me gustaría conocer su opinión.

José Manuel Gómez Porchini

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jueves, 14 de octubre de 2010

Del origen del problema.


Ayer escuché unas palabras que me lastimaron profundamente. El lavacoches me dijo: -Licenciado, hace rato me mataron un sobrino los federales. Ya ve Usted que como no alcanza el dinero, se tuvo que meter de malo y un soldado lo mató. Ni modo. No nos alcanza.- No supe qué contestar. Me quedé helado, pues en unas cuantas frases, expresó el sentir de todos.

Y sí, la realidad social es que la gente no tiene empleo. Que para los jóvenes y también para los viejos, no existe un futuro ni menos aún, una esperanza de obtener algo.

Claro, siempre habrá quien tenga el mundo a sus pies, quien pueda encarar la vida con ánimo y con posibilidades de ganar, pero la inmensa mayoría de nuestros jóvenes, carece de lo necesario para optar por una vida ya no de lujos, sólo digna.

No cuentan con la preparación necesaria para enfrentar la vida. Lo único que saben hacer es ofrendar sus vidas a cambio de unos pesos. No tienen otra opción.

Y siguió el lavacoches. –Mi hermana pidió un préstamo de siete mil pesos pero el señor le cobra mil pesos por semana de intereses y no ha podido pagarle. Cada semana que no paga crece la deuda y también los intereses. No va a salir nunca. Por eso mi sobrino aceptó la oferta. Le dijeron que le daban veinte mil pesos por semana. Nunca los va a ganar acá, pues no tiene más que primaria terminada y no era bueno para la escuela.

¿Se da cuenta cómo puede resumirse la realidad de México en unas cuantas palabras? Nuestros muchachos no están preparados mas que para ser carne de cañón, ellos y prostitutas, las muchachas. Así no van a llegar a ninguna parte.

Cierto, el culpable es el sistema social.

Pero debemos también, buscar otras fuentes, otro origen al problema y creo que lo encontramos en los altos, altísimos réditos, en los intereses inmorales, indebidos, inaceptables que cobran los prestamistas y también, esos negocios que todo son, menos banqueros.

Al banco se le ha definido como aquél que te presta un paraguas cuando hace sol y en cuanto empieza a llover, te lo pide de regreso. Es decir, no arriesga.

Pero el sistema bancario en México, no presta el paraguas. Sólo lo muestra y, así, cobra y bastante.

Las comisiones que encajan a los cautivos cuentahabientes, van más allá de toda proporción. Se apartan de las sanas prácticas del comercio e incurren, a decir verdad, en lo que la ley ha definido como el delito de usura o mejor dicho, en asalto, que es el atraco en despoblado.

Los senadores y diputados, esos nuestros tan patriotas legisladores, acaban de aprobar una ley que según ha de controlar esas comisiones para que nunca vuelvan a saquear al pueblo.

Los bancos omitieron todo lo que se les prohibió. Claro, son tan responsables. Por supuesto, el mismo día que cancelaron unas, crearon otras comisiones y cargos aún más bravos, más feroces y más inmorales que los eliminados.

Así, nunca va a poder salir nuestro pueblo de su estado actual de cosas y va a seguir siendo un proveedor de jóvenes para la guerra sucia.

Se impone que el gobierno declare una tregua a favor de los particulares y de las empresas que les permita respirar, tomar aire, solventar sus necesidades y entonces sí, establecer una sana práctica bancaria donde el diferencial entre lo que pagan al ahorrador y lo que cobran al deudor, sea decente. Actualmente le pagan a Usted, por su dinero, entre el seis y el ocho por ciento anual. Si Usted lo pide, puede llegar el cobro a entre el ochenta y el doscientos por ciento anual. Se aparta de toda lógica, de toda decencia y de toda honestidad.

El día que le permitan al ama de casa, al profesionista independiente, al padre de familia, al pequeño comerciante, disponer de su propio dinero, ese día empezará a cambiar la situación de México.

Mientras todos obtengan tajadas inmorales de las ganancias de la gente, seguirá habiendo problemas.

Me gustaría conocer su opinión.

Vale la pena

José Manuel Gómez Porchini.
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sábado, 9 de octubre de 2010

De la pérdida de la confianza.

Una de las causales de rescisión de la relación laboral sin responsabilidad para el patrón, es la pérdida de la confianza. Al ser subjetivo el término confianza, se carece de indicadores ciertos, de datos duros que nos permitan demostrar la existencia o la ausencia de dicha confianza. Obvio, si Usted, mi querido lector, es dueño de la empresa y “le parece” que el empleado abusa de sus funciones, que toma objetos propiedad de la empresa sin podérselo comprobar o simplemente, le parece que no es sujeto digno de fe, Usted le retira la confianza y por ende, procede a despedirlo de su puesto de trabajo.

No existe para el empleado, defensa alguna ante tan subjetivo elemento. Sin embargo, el patrón puede despedirlo y lo hace. Punto. Ahí termina la relación laboral.

Lo que hoy trato de decirle a Usted, es cuando la situación es a la inversa. Entra Usted a laborar a una empresa que de tan grande, no tiene un patrón cierto. O simplemente, está Usted como empleado de gobierno, donde nadie es el dueño. De pronto, toma Usted conciencia de que uno de los jefes, ya sea su superior directo u otro cualquiera, está incurriendo en acciones deshonestas o simplemente, para Usted no es digno de confianza.

En ese caso, ¿qué será lo correcto? La Ley Federal del Trabajo no contempla esa posibilidad, pues si bien establece como causal de rescisión de la relación laboral sin responsabilidad para el trabajador, que el patrón incurra en alguna de las prohibiciones expresas que sobre él pesan, también es cierto que la pérdida de la confianza no entra en esos supuestos.

Y aquí tenemos, de pronto, la dama o el caballero que son molestados sexualmente por el superior; el obrero que toma nota que los productos que fabrican, son sustraídos por el jefe o por el responsable de reportar los robos. ¿Ante quién se puede quejar, si el encargado de evitar malas acciones es quien las comete?

O también, cuando el empleado de gobierno se da cuenta que los nuevos jefes vienen sólo a dar cuenta de los haberes de la oficina, que por cierto, ha cuidado y protegido por más de veinte años. Esos bienes y la imagen de la oficina, el jefe la arrastra por el suelo sin el menor miramiento. Al impartir órdenes absurdas, contrarias a derecho, que el empleado está obligado a acatar so pena de ser separado por habérsele perdido la confianza al desobedecer al superior, son las que provocan las insurrecciones, la molestia del obrero y por supuesto, las fallas en la empresa. Conste. Reitero que se da tanto en la industria privada como en gobierno.

Ahora bien, si el empleado se siente y actúa de manera muy digna, reprochándole al jefe carente de escrúpulos su actitud, obtiene como resultado ser invitado a separarse de la empresa y más aún, la propia ley establece en su favor, el derecho a dar por rescindida la relación laboral y que se le paguen todos los privilegios establecidos para el cargo.

¿Será correcto que por un jefe indigno el empleado tenga como sanción quedarse sin empleo? ¿Es válido que la secretaria que se entera de los “negocios” del jefe deba callarlos, pues si no, pierde el empleo?

Someto a su consideración lo expuesto. Ojalá pueda Usted, darme una respuesta.

Vale la pena

Me gustaría conocer su opinión.

José Manuel Gómez Porchini.
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jueves, 30 de septiembre de 2010

La importancia de la unión del obrero.


Un obrero es sólo un número más en la cadena de producción. Es un elemento adicional, un costo que el patrón debe cubrir para poder obtener la utilidad que pretende. Es parte del engranaje social que existe por la simple razón de que alguien debe hacer el trabajo físico. Vamos, un obrero es casi intercambiable y no afecta la producción de la empresa.

Es triste, muy triste pero así es.

Ahora, la Organización Internacional del Trabajo, la O.I.T. y todas las demás personas que buscan lograr una mejora en el obrero, pugnan por lograr “un trabajo decente”, unas condiciones de vida que le permitan al obrero, alcanzar un sitial en la vida del cual puedan sentirse orgullosos.

Sin embargo, cada una de las conquistas de los obreros han costado sangre, han costado desvelos, ser acusados de “revoltosos” y por supuesto, han costado vidas. La recompensa es, sin embargo, maravillosa.

Haber logrado que el patrón accediera a proporcionar un periodo vacacional, una jornada máxima de ocho horas, el derecho a un aguinaldo anual, a servicio médico para el obrero y su familia y muchas otras conquistas, son méritos suficientes para sentirse orgullosos de la labor desempeñada.

Y de eso se trata ahora. De saber, de estar seguros que se deben defender esos logros y también, que se debe pugnar por alcanzar otros. Un logro que debe estar en la mira de los representantes de los obreros, es conquistar una mejor preparación académica y para la vida para cada uno de los trabajadores.

La forma de lograrlo, es haciendo presión a fin de obtener becas para los propios trabajadores y para sus hijos.

La forma de lograr alcanzar mejores metas, una mejor preparación para hacer la vida, es conseguir escuelas, maestros y todo lo necesario para lograr una capacitación que sea de tal manera, que lo que el obrero gane, le signifique una mejor forma de vida en todos sentidos, pues no sólo ganando un peso más ha de crecer la calidad de vida, si no, también logrando comprender para qué sirve ese dinero adicional.

Si Usted, mi querido lector, gana un poco más y lo usa en la diversión poco sana de tomar alcohol y gritar y sacar la mexicana alegría, no habrá crecido como persona y mucho menos, como padre o madre de familia, ni como esposo ni como hijo.

Tal vez, sólo tal vez, se haya paseado Usted más, se haya divertido, pero sin lograr conocimiento.

Cuando Usted viaja, cuando su dinero le sirve para adquirir cultura, cuando a cambio de su esfuerzo logra una mejor forma de vida, entonces y sólo entonces, su esfuerzo es digno de elogio.

Cuando consigue que su familia obtenga un grado académico más, cuando aprende un nuevo oficio o simplemente, cuando logra un mejor puesto de trabajo en base a sus conocimientos y mejor preparación, estará logrando un peldaño más en la vida.

Y repito, la forma de lograrlo es mediante la unión de los trabajadores. Es sólo mediante el esfuerzo conjunto y comprometido de los obreros que se consiguen mejores escenarios de vida. Lo invito a luchar juntos.

Vale la pena.

Me gustaría conocer su opinión.

José Manuel Gómez Porchini.
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lunes, 27 de septiembre de 2010

Importancia y valor de los impuestos.


Los impuestos. Esa parte de nuestra riqueza personal que el Estado toma y cada día parece querer más, esa parte de nuestro esfuerzo que se pierde en algo intangible y que no nos aporta nada, según la percepción generalizada de la gente. Los impuestos que tenemos que pagar, siempre.

Sin embargo, no hay impresión más falsa que creer que los impuestos son un simple robo del gobierno. Nada más errado. Que haya funcionarios que se roben parte de los impuestos, tal vez sea cierto. Pero que el Estado busque sólo quitar su dinero a los particulares, es un yerro y debe aclararse.

Cuando el hombre decide vivir en sociedad, vivir junto con sus semejantes, ceder parte de sus derechos y libertades a favor de un ente ajeno, algo distinto a él y a quien le permite asuma algunas funciones, el hombre adquiere obligaciones con ese Estado.

La simple administración de las funciones del Estado, requiere gastos y esos, debe pagarlos el contribuyente. Luego, esas funciones algunas veces son de carácter sustantivo e implican crear obras que si bien generan empleos y movilidad social, también es cierto que tienen un costo altísimo que sólo con los grandes fondos del gobierno, provenientes de impuestos, puede cubrirse. Ningún particular podría hacerlo. A veces, esos costos se recuperan, en ocasiones de más y en otras, no totalmente, pero sí existe la forma de recaudar algo a favor del Estado.

Pero existe otro tipo de gastos que si bien los realiza el Estado, no existe posibilidad de generar ingresos por dichos costos. En especial, todo lo que implica seguridad social, asistencia social y lo relativo a educación y salud. Todo lo que tiene que ver con una vida digna de las personas, de los ciudadanos, de la sociedad.

Ese costo debe lograrse de alguna manera. Por ejemplo, algunas dependencias tienen autorizado cobrar derechos por los servicios que prestan, como las actas de Registro Civil o los certificados de inscripción en el Registro Público de la Propiedad. Tal vez no compensen totalmente los costos, pero sí generan un ingreso al Estado.

Sin embargo, ni los costos de mantenimiento, salarios y demás de las escuelas, puede recuperarse. Tampoco los servicios médicos proporcionados a los derechohabientes de los diversos y múltiples sistemas de seguridad social que coexisten en el país. Menos aún, el importe de las pensiones que van cobrando nuestros adultos mayores.

Pero todo lo que implica gasto social, costo de proporcionar satisfactores y elementos a la sociedad para alcanzar una vida digna, si bien no produce dinero al Estado, le genera a cambio, la paz y tranquilidad social que permite a la población desempeñar sus funciones sin tener conflictos sociales.

Esa paz social tiene un costo y cualquiera que este sea, por alto que sea, en infinitamente inferior al costo de una revolución, al costo de generar descontento al extremo de que la sociedad se levante en armas. Siempre será mejor gastar en alimentos que en armamentos.

Ahora bien, ya aclarada la importancia de los impuestos, vamos a referirnos al costo de lo que el ciudadano debe pagar para obtener los beneficios ya descritos. No pueden ser de tal magnitud los impuestos a exigir al contribuyente que éste se sienta impulsado a salir de la formalidad y pasarse al ámbito de los que evaden el pago de sus obligaciones fiscales a fin de poder llevar un plato de sopa a sus casas. Eso, nunca. Deben ser proporcionales y equitativos, como marca la fracción IV del Artículo 31 Constitucional.

¿Cómo vamos a lograr que sean proporcionales y equitativos como lo refiere el precepto constitucional invocado? Fácil, muy fácil.

En el mundo la tendencia es basar la recaudación de impuestos en base a los impuestos indirectos, es decir, a los que gravan el consumo, no la producción. Aquí, en México, de igual modo la tendencia es buscar el pago de impuestos indirectos, como el que mayor cantidad recauda en nuestro país: El IVA.

Los impuestos directos o que gravan a la producción, como el Impuesto Sobre la Renta, van cayendo en desuso, precisamente por que buscan afectar al que es productivo, al que con su trabajo genera ingresos para todos, porque su costo de recaudación es muy alto y debe ser de tal manera equitativo, que no sea más fácil ser elusor que cumplido, cuando lo cierto será dejar a los productores que hagan su parte y el Estado, sólo permitirles ser.

Luego entonces, debemos optar por encontrar la fórmula que nos permita ser un país de avanzada, un país moderno y por qué no, ejemplo para los demás.

Pretender que el monto de los impuestos vaya más allá de lo que el contribuyente está dispuesto a cubrir, torna ineficaz todo el sistema recaudatorio y sólo va a producir delincuentes, va a causar irritación social y por supuesto, tendrá grandes fugas que se verán reflejadas en la baja captación y por ende, en que el Estado no estará en posibilidad de cumplir los objetivos que la misma sociedad le impone.

Se debe conservar un impuesto sobre la renta no mayor al veinte por ciento pero sólo a quienes obtengan utilidades, no ingresos, superiores a UN MILLÓN DE PESOS ANUALES. Con eso, deja de causarse molestia a la inmensa mayoría de los mexicanos y sólo quedarían obligados los grandes grupos empresariales, los que tienen fondos y capacidad técnica para pagar contadores y fiscalistas. Con eso, habría más que suficiente y los profesionistas independientes, los que aportan su trabajo personal no subordinado, que son la inmensa mayoría, quedarían exentos de ese gravamen.

En cambio, debe conservarse un impuesto al consumo de no más de quince o dieciséis puntos, como lo es el IVA actual, que debe ser suficiente para cubrir la inmensa mayoría de los gastos del gobierno, si logramos que todos estén interesados en cubrirlo.

Tendría transparencia el uso de los recursos del país, generaría ahorro interno por más de doscientos mil millones de pesos al año y México garantizaría la alimentación, servicio médico y satisfactores básicos de toda su población.

Para lograr interesar a todos a que cubran ese IVA, se propone crear un sistema que permita que de cada operación afecta a IVA, el equivalente a tres puntos se destine a favor de cada comprador para garantizar esa seguridad social. Cuando compra un particular, serían para él, cuando compre una persona moral de derecho privado, una empresa particular, le servirían para cubrir sus demás impuestos, preferentemente los de seguridad social y además, para ir creando un fondo de previsión social para el caso de cierre o disolución de la empresa. Cuando compre el gobierno, los puntos serían para un fondo común que servirá para la operación del propio sistema y además, para garantizar la seguridad social de los que nunca compran, de los más desprotegidos de la sociedad y de los que a la entrada en vigor del sistema, ya tendrían derecho, por la edad, a disfrutar de lo propuesto.

Por ende, el valor de los impuestos ha de ser de tal suerte que la gente los vea como un auxiliar para su gobierno, para su propia vida y sobre todo, el garante de su futura seguridad social.

Ya sabiendo que los impuestos son creación de la propia gente por conducto de sus representantes, que sirven para el buen funcionamiento de los órganos de gobierno y que deben ser en montos tales que no resulten confiscatorios, abusivos, pesados o que ofendan a la misma sociedad, sólo nos resta aclarar que los impuestos son útiles, en cuanto sirvan a los fines para los que fueron creados.

Para ello, nada como ofrecerle incentivos a la población para que cubran sus impuestos. Ofrézcales seguridad social a todos, adicional a la de los que sostengan una relación laboral formal y siempre, en todos los casos, con independencia de que hayan o no laborado.

Por el simple hecho, maravilloso por cierto, de ser mexicanos.

Me gustaría conocer su opinión.

Vale la pena.

José Manuel Gómez Porchini.
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viernes, 17 de septiembre de 2010

El valor de los animales.

Hoy vengo a tratar de comentarle a Usted, mi querido lector, el significado que estimo ha de dársele a lo que nos rodea. Nuestras vidas se llenan de personas, animales y cosas que van adquiriendo importancia según nos vayan siendo necesarias.

Las cosas son tan simples, que se pueden comprar con dinero. No valen la pena. Personas y animales. Obvio, según las religiones, las personas tienen alma y por ende, un valor supremo a los ojos de Dios. Lástima que algunas personas no sepan el inmenso valor que tienen y vayan por la vida haciendo hasta lo imposible por lograr el odio y resentimiento de los seres humanos que tienen que tratarlos o conocerlos. Son seres humanos, no personas. Son seres con movimiento pero no con sentimientos.

Existen también, personas de tan elevada valía, que han logrado cambiar para bien el rostro de la humanidad. Que le han dado sentido al término “ser humano” y por ende, han logrado llevar a la raza humana al sitial donde hoy se encuentra.

En cambio, la regla general es que los animales, esos que se estiman carecen de alma, sean de tal suerte apegados a las personas que los tratan bien, que es sabida la existencia de algunos muy famosos precisamente por ir mucho más allá de lo que podría esperarse de un simple animal.

Por ejemplo, para el invidente, su perro lazarillo, su compañero y quien le permite hacer la vida y más aún, ganar dinero, tiene más, mucho más valor que cualquier cosa material y que muchos humanos.

Babieca, el caballo que sobrevivió a su amo, El Cid Campeador y que le hiciera ganar una batalla ya muerto, al sentir que su amo no tenía vida, siguió en la pelea cuando se dio cuenta que El Cid había sido amarrado a la silla. Hizo todo para que la tropa supiera que el Jefe seguía peleando y pudieran sacar el valor que existe cuando sabes que el superior se juega la vida por su gente. El Cid Campeador ya la había perdido pero Babieca, su noble bruto, sacó la casta por él. Nunca volvió a ser montado. Nadie se sintió con los tamaños suficientes para hacerlo y murió a los 40 años de edad, edad increíble para un caballo.

Lo bueno es que no todos los animales conocen esas reglas que fijan los humanos y que establecen los límites que fácilmente pueden ser superados.

Y así podría hacer una lista interminable de animales que para sus dueños, tienen un gran valor. ¿Perros de ayuda en las montañas? El ejemplo está en los perros San Bernardo, esos inmensos animales que siempre traen un barrilito con brandy para ayudar a los que se han perdido en las montañas.

Para el niño que va a la escuela buscando ser más en la vida y que se traslada a lomo del burrito, dos o tres horas cada día, ese animalito es la única forma de lograr llegar a la cultura. Por eso lo cuida, lo procura y lo protege. Porque sabe que de su burrito va a obtener el medio para convertirse en un hombre de bien.

Para los rescatistas, los que en los desastres van con sus perros altamente entrenados a husmear para encontrar sobrevivientes… pregúntele Usted a quien fue rescatado si le da crédito al perro que lo localizó entre escombros. Cuando llega a morir un animal de rescate, los humanos que lo acompañaron siempre le hacen honores y muchas veces, les hacen monumentos. Ese es el valor de esos animalitos.

Y pensar que algunos humanos, casi sin valor, los buscan para hacerles daño por simple juego, por ganas de molestarlos, por pensarse superiores.

A veces siento que me quiere ganar la tristeza y pienso, sólo a veces, que nuestro mundo ya no puede seguir si los humanos no son capaces de ver un animalito y jugar con él.

Los humanos tienen la capacidad de comunicarse mediante el lenguaje, oral y escrito y por lo tanto, pueden hacer saber sus sentimientos y lo que les duele. Los animales no. Por eso, su valor crece pues a pesar de no poder externar su sentir, lo hacen patente por la forma en que tratan a los humanos. Y me refiero a perros, caballos, cotorros, burros y toda forma animal. Tienen la nobleza de la que algunos humanos carecen. Y su valor, llega a ser tan alto como para que Ricardo III de Inglaterra, antes de ser derrotado en la Batalla de Bosworth en 1485, ofreciera cambiar su reino por un caballo. Ese puede llegar a ser el valor de un animal. Un reino entero.

No pido tanto. Sólo que se les trate con respeto, como a seres vivos que son. Nada más, pero nada menos.

Me gustaría conocer su opinión.

Vale la pena.

José Manuel Gómez Porchini.
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viernes, 10 de septiembre de 2010

Sesenta años


El martes catorce de septiembre de dos mil diez, habrá de realizarse una reunión que, por lo que celebran, pocas veces se ha visto.

Van a reunirse quienes fueron compañeros de la facultad, algo que de por sí es maravilloso, ahora que cumplen sesenta años de haber egresado de la Facultad de Ciencias Químicas de la Universidad de Nuevo León, así, sin lo de Autónoma, pues aún no adquiría esa cualidad.

Sesenta años de ir haciendo la vida, de tener sueños, de verlos construirse y también, de ver algunos derrumbarse. Es la vida. Sin embargo, los que habrán de reunirse aún están aquí, aún pueden sentir y gozar y reír y llorar y disfrutar la vida, aún pueden hilvanar ilusiones, como el sólo hecho de haber programado este maravilloso festejo.

Estoy enterado de la reunión pues tengo el privilegio, enorme, de que mi Madre sea una de las egresadas, una de las que van a reunirse y que con orgullo, ostenta su título universitario como Química Farmacobióloga, Q.F.B.

Mi madre, María Guadalupe Porchini Galván cursó los estudios junto con mi Tía Isabel García y muchos otros compañeros. A unos, los conozco y de otros, sólo sé que existen. De todos he sabido por charlas, de todos he tenido noticia pues los amigos de siempre, están en las oraciones de los demás.

Ahora es fecha que cumplen sesenta años de haber terminado su carrera profesional.

Si sesenta años son suficientes para hacer una vida, sesenta años como profesionista son un logro de lujo. Y de eso se trata: de festejar un logro que no es común, que no es de todos los días, que no es la práctica constante en las vidas de las personas.

Hace escasos diez años los acompañé a la misa realizada con motivo de sus cincuenta años de egresados y por supuesto, que fue un orgullo. Entre mis trofeos más preciados tengo la placa que le obsequiaron a mi Madre en la reunión de los Cincuenta Años.

Ahora habrá un desayuno de lujo, con servicio y atenciones y familia y bromas, claro, entre ellos, con toda la parafernalia que puede haber, es válido.

No todos viven en Monterrey. Mi Madre viene de Matamoros, donde fincó su vida y algunos otros vienen de distintas partes. Algunos, han sido funcionarios destacados, otros, son Químicos de éxito y todos, son seres humanos de excelencia.

El sólo hecho de que algunas mujeres obtuvieran un título profesional hace sesenta años es para ser consideradas triunfadoras. Poder celebrarlo, es un verdadero privilegio.

Y sin embargo, aún andan buscando nuevos retos. Mi Tía Isabel García, Chabelita, acaba de presentar su primer disco hace unos cuantos días. Y por supuesto, mi Madre vino a la presentación.

Tienen la suficiente presencia de ánimo como para descubrir emociones nuevas, para inventarse festejos y además, para acudir a cumplirlos. Van de gira a cantar, salen a la bohemia y hacen cosas que a mí, me parecen sorprendentes.

¿Qué más bendición pueden pedir, que ver sus vidas plenas, sus vidas hechas y sus frutos a la vista?

Sólo puedo decirles a los ayer graduados de carrera y hoy de la vida: ¡Felicidades!

Me gustaría conocer su opinión.

Vale la pena.

José Manuel Gómez Porchini.
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