domingo, 26 de mayo de 2013

De los problemas de la papelería de identificación o ¿tendré identidad?




José Manuel Gómez Porchini / México debe salir adelante    

Como ahora vengo ofreciendo al público abierto mis servicios como abogado, he logrado que la gente me busque por los más disímbolos motivos: por mi función como maestro, como redactor de notas, por mis servicios en la industria y muchas cosas. Claro, también están las buenas intenciones de mis muy queridos amigos que me han recomendado como si realmente conociera de todas las materias… algo casi imposible. De entre los que han venido conmigo, hace unos días se presentó un matrimonio, propietarios de dos casas, varios terrenos, con hijos, en suma, una familia pujante, de trabajo, muy educados en su trato, respetuosos a más no poder, familia en la que la instrucción académica brillaba por su ausencia.

Y me empezaron a explicar el problema. Que la hermana de la prima de alguien dijo que les iban a quitar la casa, que si firmaban un papel ya no y que si querían conservar todo firmaran otro papel. Empecé a revisar lo que les hicieron firmar y… ¡qué barbaridad! ¡Tenía como para dos o tres procesos legales de inmediato, en diversos fueros!

Y con la metodología que ha de seguirse al iniciar un asunto empecé solicitando documentos e información: nombre completo, actas de nacimiento, credenciales de IFE… y ahí me dijeron: es que la credencial del IFE la he cambiado varias veces, cuando cambio la firma… y como mi nombre no es el del acta de nacimiento, pues conseguí otra… y entonces el pasaporte tiene otro nombre… y así… total, que a la hora en que quisimos poner en claro aquello, mi ahora cliente tiene cuatro nombres oficiales, tres registros distintos, credenciales del IFE auténticas, con firmas auténticas, obvio, distintas, con sus nombres oficiales… y nace la pregunta: ¿Cuál es la real? ¿Cuál es la verdadera?

Y entonces me remito a lo que publicara hace tiempo en la nota: Uno de cada diez mexicanos, http://mexicodebesaliradelante.blogspot.mx/2012/03/uno-de-cada-diez-mexicanos.html. En efecto, casi once millones de mexicanos carecen de acta de nacimiento, de registro válido que acredite su existencia y por lo tanto, carecen de todo tipo de oportunidades para tener acceso a lo que sea. No existen. No están registrados. Punto.

Sin embargo, de los que sí existen, de los que sí tienen acta de nacimiento y están registrados, es decir, de los que son como usted y yo, de pronto resulta que las actas no son válidas pues cuando lo registraron, en el pueblo que sea, el señor del registro no le puso María, le puso Ma. Y entonces, si usted toda la vida ha usado María, pues resulta que no es válido. Tampoco, si usted es González con doble z y el del registro lo escribió con una o dos eses, Gonsáles, pues entonces, ya no es el mismo y claro, tampoco va a ser hijo de su papá, que su apellido es con una z o con las dos y así, hasta el infinito.

Mi cliente compró una casa, digamos, con su apellido con dos z de González, otra con una s, un terreno con su apellido con doble s y el otro, a nombre de su esposa solamente, para evitar problemas, pero su esposa es Juana María y así está la escritura, pero en el registro civil nada más dice Juana. El María ella lo agregó después para que no se oyera tan feo. Claro, así, con Juana María tiene su certificado de primaria y de secundaria, su nivel máximo de estudios. Su IFE dice Juana.

En pocas palabras. Para poder presentar una demanda para defender sus bienes de los contrarios, primero vamos a hacer todos los trámites, juicios, procedimientos y lo que sea necesario para que tengan sus nombres y documentos en orden. Creo que al final de día, cuando se dieron cuenta que le estaban quitando la casa a uno que ni existía o una casa que, ni siquiera estaba a su nombre, como que les ganó la risa. Como Abogado, aquello fue muy difícil de aceptar. Como persona, ¿cómo explicar que en juicio sí puede perder todo, pero no puede defenderlo? Logré que empezáramos ya los trámites para regularizar nombres y todo. Así debería hacer usted. No crea que porque su acta de matrimonio no dice bien su nombre ya se libró de responsabilidades. Lleva todas las de perder pero ninguna de ganar. Por cierto, ante Hacienda usted siempre pierde y ante la seguridad social, también pierde. Hacienda lo reconoce con cualquiera de sus nombres y la seguridad social le niega beneficios por tener varios nombres.

Vale la pena. Me gustaría conocer su opinión.


domingo, 19 de mayo de 2013

Día del Maestro 2013 o ¿habrá algo que festejar?




José Manuel Gómez Porchini / México debe salir adelante      

En México quienes buscan ser maestros siguen uno de dos caminos: o estudian una profesión y luego, arriban al magisterio a cumplir su vocación o en busca de un salario o bien, estudian para maestros en instituciones oficiales, con criterios oficiales y cubriendo todos y cada uno de los requisitos que el propio gobierno marca. En el caso de quienes primero tienen un oficio diverso, impartir clases puede ser un complemento, satisfacer su verdadera vocación o también, una fuente de ingresos adicional. Claro, como existen escuelas y colegios de nivel desde preescolar hasta posgrado, ahí puede llegar el profesionista que solamente busca un salario, sin vocación docente y generalmente, dañando a los alumnos.

Los que hoy nos interesan son los maestros que estudian en una escuela oficial, en una normal que depende del estado y de la que se obtiene un título avalado por el propio gobierno; son en teoría, el producto que se arroja al mercado, el egresado de la normal, el que cuenta con todos y cada uno de los requisitos que exige el mismo gobierno. Sin embargo, muchas veces el ser y el deber ser se apartan y así, a pesar de contar con un título de maestro, de nivel licenciatura o posgrado, en realidad la calidad de la institución ha mermado y el producto, el egresado, no reúne realmente los requisitos exigidos.

En realidad, el producto egresado de las instituciones oficiales, con el nombre que usted quiera asignarle, es el maestro que ocupa una plaza oficial y que es forzado a pertenecer al sindicato oficial de maestros en México. Me refiero al maestro de preescolar, de primaria, de secundaria, el maestro que percibe un cheque antes federal, ahora estatal o sin identificación y que ingresó a estudiar una carrera en una institución oficial, con requisitos oficiales y cubriendo lo que le imponían. Al terminar, de pronto sabe y está consciente que puede ser enviado, al asignársele una plaza federal, a una ranchería en cualquier parte del país, a menos que tenga amigos o formas que permitan que su plaza, esté en la escuela que le queda a dos cuadras de su casa. De todo hay en la viña del Señor.

Y así fue muchos años, con un líder sindical, con otro y cambiando presidentes y secretarios del ramo. De pronto, ahora todo cambia en verdad pues ya no es estar bien con un alto funcionario, tener un pariente en el sindicato o ser amigo del Director. No. De pronto, la maestra que tiene más de cincuenta años de edad se entera que a pesar de que ya tiene más de veinte o veinticinco años de servicios, ahora le faltan quince para jubilarse y no los tres o cinco que estimaba.

Ahora, la realidad es que los maestros ya no son empleados del gobierno federal, ya no cuentan con la seguridad social, precaria y todo, pero segura, que otorgaba el ISSSTE, pues de pronto se entera que labora para una outsourcing que no le permite generar antigüedad, ni salario decente, ni vacaciones, ni las demás prestaciones que día a día en radio y televisión el gobierno y sus testaferros insisten en que son derechos de los trabajadores. La realidad, es que pobre de aquél que cometa la insensatez de creer que tendría derechos… pobre iluso. El único derecho que tiene es agarrar sus bártulos y dirigirse a su domicilio a pensar, en silencio, cuál fue su error. Y no, el maestro no se equivocó. El error es del sistema que mutó unas condiciones formalmente pactadas con un sindicato vigoroso, independiente y fuerte, a otras pactadas con quien comía de la mano que le daba migajas, aceptando perder todas las conquistas que como trabajador habían costado tantas vidas.

Ahora, ya con gobiernos que alientan la libre empresa, entendiendo por tal la posibilidad de despedir a los trabajadores sin responsabilidad ninguna para el patrón, de pronto se dan cuenta que están en el paraíso de los patrones, que el obrero no disfruta de derecho alguno y así, no importa que hagan huelgas y sainetes de esos que acostumbran los revoltosos. La ley ya permite la renta de mano de obra sin recato alguno, por lo que ya no existe impedimento.

Piénselo. Ojalá usted sea funcionario público y pueda analizar lo que digo. Nuestros maestros merecen motivos para festejar. No se los estamos dando. Y, bien visto todo el asunto, es criminal lo que está sucediendo. No lo merece México, no lo merecen nuestros hijos. 

Vale la pena. Me gustaría conocer su opinión.



domingo, 5 de mayo de 2013

El traje nuevo del emperador o los juicios orales.





José Manuel Gómez Porchini / México debe salir adelante              

México, el Señor de los Tratados, el país que trata de imitar todo lo que hacen allende nuestras fronteras pero que había respetado la tradición jurídica romanística en que nos hemos desenvuelto, ahora ha enviado a algunos de sus hijos a estudiar al extranjero, específicamente a los países donde existe la Familia Jurídica del Common Law, que se distingue por la oralidad y la falta de codificación suficiente, contrario a lo que en Roma se dio y que ha sido el origen de las formas jurídicas en casi toda Europa, excepción hecha de los países de la Comunidad Británica de Naciones.

         México, nuestra patria, ha usado y privilegiado la forma escrita y la verdad, lo que ha fallado ha sido quien aplique la ley, no la ley en sí misma y, en mi opinión, seguirá fallando el impartidor de justicia mientras sigan existiendo en los juzgados las jornadas extenuantes de más de catorce horas de labores, en tanto se siga permitiendo la existencia de “meritorios” que laboran por años, sin percibir sueldo, a cambio de la promesa de una plaza que nunca ven llegar. Mientras el funcionario judicial deba completar el gasto de su casa con las “extras” que obtenga de los abogados y litigantes, pues de no cooperar con ellos no avanzan los juicios, no podrá haber justicia pronta y expedita.

         No puede ser válido que en aras de buscar una nueva forma de administrar justicia, se permita que sean pisoteados los derechos de los trabajadores de los tribunales, sean de carácter federal o estatal, sean del poder judicial o de los tribunales administrativos que imparten justicia en forma de juicio, sin ser precisamente juzgadores profesionales.

         No es válido que tampoco, que a fin de estar a la par con los países con los que ahora tenemos tratos comerciales, México se vea forzado a cambiar toda su legislación y pretenda introducir, mal traducida y peor aplicada, una forma de impartir justicia ajena a nuestras raíces y formas, una forma que se aparta de lo que se sabe y lo que se ha probado por muchos años funciona.

         Ya he tenido oportunidad de manejar juicios orales. Los laborales, los agrarios y algunos otros, son eminentemente orales. Sin embargo, el juicio de garantías, ahora de defensa de los derechos humanos, siempre ha estado y espero siga estando presente para detener los abusos y yerros de la autoridad. Es decir, por más oral que sea un procedimiento, mediante un juicio de amparo se va a detener para resolver los errores de la autoridad.

         Vienen los juicios orales en las diferentes materias. Me he preguntado si los abogados y litigantes conocen de oratoria, si están preparados para contestar al vuelo un cuestionamiento que los puede dejar sin defensa en juicio, así como aparece en las películas americanas.

         El hecho de que algunos expertos en derecho, que han conocido el sistema americano de litigar, pretendan hacer que todo el país mute sus formas a unas que no podrán cambiarse de tajo, como pretenden hacerlo, habrá de crear una gran confusión en el área legal.

         Claro, quienes se dedican a escribir de derecho, han encontrado un gran filón en pretender demostrar todas las virtudes del nuevo sistema, así como los cortesanos alababan el traje nuevo del emperador, hasta que el inocente niño descubrió la desnudez del personaje.

         Así habrá de quedar al desnudo nuestra forma de administrar justicia, cuando nos topemos con la increíble realidad de que nuestros abogados no saben hablar en público, que no conocen las técnicas del nuevo litigio y que las universidades, esas que preparan “el producto” que requieren las empresas, no tuvieron la precaución, hace años, de cambiar su forma de impartir las clases.

         Ahora, cuando ya es un hecho y una realidad lacerante, de pronto todos queremos aprender litigio oral. Lástima que no existen maestros preparados en el país para enseñarnos a todos. El tiempo siempre se ha vengado de las cosas que se hacen sin su participación.

Vale la pena. Me gustaría conocer su opinión.