domingo, 24 de junio de 2012

El problema de los bancos




Los bancos y los banqueros son los seres que te prestan un paraguas cuando hace sol y en cuanto amenaza la lluvia, te lo piden de regreso. Así es como manejan los créditos bancarios, mientras tengas con qué responder, te sueltan flujo de efectivo, en cuanto aparecen los problemas, de inmediato te niegan acceso a fondos y, en consecuencia, la gente entra en insolvencia a pesar de contar con bienes. Lamentablemente la gente necesita el dinero y recurre a bancos que asumen mayor riesgo, hasta que les niegan todo.

En México, mucha gente ha perdido sus bienes por tratar de quedar bien con los bancos, por responder de sus deudas hasta el límite de sus posibilidades y más aún, a pesar de que los intereses que cobran los banqueros, exceden lo legal y se adentran en lo que el código penal tipifica como usura.

Empezaron con créditos directos o quirografarios, es decir, aquellos en los que únicamente basta la firma del deudor sin mayor garantía, aún cuando los bancos ya están enterados de los bienes del necesitado. Luego, siguieron los de tarjetas de crédito, que se han multiplicado al infinito y que son la causa de múltiples problemas al interior de las familias mexicanas, incluyendo divorcios y separaciones.

Ahora, los banqueros van tras el dinero de los obreros mediante los créditos y préstamos sobre nómina, algo que debería estar prohibido, pues limita de la peor manera los ingresos del empleado.

Cada negociación comercial, de las grandes, las que se anuncian en los medios impresos y televisivos, ofrecen crédito en sus productos y la gente, que necesita o cree que necesita esos bienes, acepta esos créditos en los que “solo” tienen que pagar un 10% de intereses… mensual.

Olvidaba comentar que los bancos, cuando usted es quien les presta dinero, es decir, cuando es usted el del capital y lo deposita para ganar intereses, le brindan una ganancia del 6% anual. Entre el 120% que le cobran y el 6% que le pagan… sí existe diferencia.

Ese punto es el que yo quisiera hacerle ver a usted, mi querido lector. Es el punto que vale la pena destacar.

Que ahora que viene un cambio de gobierno, que México tendrá un nuevo gobernante, la sociedad civil, los mexicanos todos debemos luchar para hacer que exista una regulación a los bancos que les limite en sus excesivas utilidades, que de tan exorbitantes, reitero, se apartan de lo legal para entrar al campo del fraude y otras palabras un poco menos suaves y decentes.

No es posible que la banca que opera en México obtenga ese nivel de beneficios. No es legal y menos, es ético.

Ojalá que el próximo presidente de México, entienda que si no detiene el saqueo desmedido a los mexicanos, cualquiera que sea su ideología y su color de partido, va a tener un gran problema. Por el contrario, si logra frenar a esos depredadores, tendrá al pueblo entero en sus manos.

Me gustaría conocer su opinión.

Vale la pena.

Mtro. José Manuel Gómez Porchini.
Calmécac Asesores Profesionales S.C.
Director General

viernes, 15 de junio de 2012

De la admiración




Admirar algo o alguien significa darle valor. Otorgarle un valor que tal vez sea superior al que realmente tenga o que tal vez, en nuestra ignorancia, no alcancemos a valorar en su totalidad. Lo cierto es que cuando admiramos algo, le reconocemos cualidades que en nuestro fuero interno sabemos que a nosotros nos costaría mucho esfuerzo alcanzar.

Se puede admirar un carro, un edificio, una persona, un amigo, nuestros padres, un trabajo realizado o casi cualquier cosa. Sin embargo, se debe tener cuidado en saber cómo y por qué estamos admirándolo.

Muchas veces, de la admiración puede llegar a surgir un sentimiento más fuerte: amistad entre iguales, entre compañeros de escuela, de trabajo, de vida o más aún, el amor de pareja.

Y de hecho, el niño empieza la vida admirando lo que hacen sus padres. Para el niño, su papá es quien todo lo puede y su mamá, está seguro que puede resolver cualquier problema. La vida, muchas veces, se encarga de destruir esas imágenes. En otros casos, las va reforzando.

Por eso quiero platicar hoy con usted, mi querido lector, de la admiración que he sentido por algunas personas que han marcado mi vida de manera definitiva: mis padres, mi esposa y mis hijos.

Carlos Gómez Sánchez, Profesor de Educación Primaria Titulado, Licenciado en Derecho egresado de la Universidad Nacional Autónoma de México, funcionario público, ranchero, vendedor de revistas y periódicos, amigo de mucha gente y sobre todo, mi Padre, fue para mí, la figura que pude admirar desde niño. Lo veía yo firme, seguro de sí mismo, capaz y decidido, conocedor del derecho al grado que tuve oportunidad de ver cómo acudían a consultarlo gente que luego supe eran dueños de fortunas, con amplios conocimientos, como gente del pueblo y a quienes mi Padre siempre trató de igual manera: a todos con respeto pero también, con cordialidad.

Murió hace muchos años que a mí, me siguen pareciendo fue ayer. Pero dejó en mí, su imagen, su recuerdo y la admiración que siempre le he tenido por su forma de ser, su bonhomía y su integridad de valores. Tal vez por la admiración que le tengo, nunca he logrado hacer fortuna mal habida, pero sí, he tratado de seguir enalteciendo su nombre.

Mi Madre, María Guadalupe Porchini Galván, que ya cumplió 60 años de haber terminado su carrera profesional de Químico Farmacobiólogo, cuando las mujeres no acostumbraban estudiar carrera profesional. Una mujer de gran sensibilidad, acostumbrada a los desvelos a favor de quien lo necesite, pronta para acudir en auxilio de los demás y que tiene como frase aquella que dice: “Que mi cansancio a otros descanse”. Es mi Madre y con eso digo todo. Además, me regaló una tardes de estudio escuchándola tocar piano que ojalá todos pudieran crecer en un ambiente así. Entre libros, piano, camaradería y muchos amigos.

Al ir haciendo la vida, como todos los que un día somos estudiantes, conocí mucha gente. A algunos los admiré, pero no lo suficiente para establecer más relación que la de amigos. Y de hecho, sigo admirando a mis amigos, pues algo bueno tienen para que quiera estar con ellos: el valor de su charla, los alcances de su inteligencia, la importancia de sus actos o algo positivo. La gente que fastidia, la que lastima el espíritu y molesta de solo verla, no puede ser admirada ni la buscas para agregarla a tu círculo de amigos.

Pero un día, cuando entré a hacer mi servicio social, conocí a una muy guapa muchacha, digna de admiración por su físico. Sin embargo, lo que más me llamó la atención y lo que más le admiré, fue su forma de ser, su coraje en la vida por hacer las cosas bien, su disposición a defender lo suyo y la ternura que la cobija cuando ha de mostrar su lado amable. Obvio, la admiración creció y ya estamos a punto de cumplir 25 años de matrimonio con mucho amor.

Y cada día le admiro más su entrega, su forma de ser y su deseo de que las cosas se hagan bien, que no existan injusticias y que se viva en un ambiente que para muchos, es una verdadera utopía pero que en casa, es la realidad de todos los días.

Tina, mi esposa, desde niña quiso ser maestra y terminó la carrera de Licenciado en Letras Españolas, en la que aprendió a disfrutar de la lectura, del conocimiento, del pensamiento y del valor de las propuestas, de las ideas y todo lo que implique crecer como persona. Debo aclarar que su forma de ser, sus modos y tratos, los obtuvo en su casa, con sus padres, que le han dado las herramientas de vida necesarias para hacer las cosas bien. Viene de buena estirpe.

Llegaron los hijos. José Manuel y Daniel Ernesto. Los conozco cada día menos pero los admiro cada vez más. Han ido haciendo su vida en casa, con la libertad de actuar conforme a sus criterios pero con la responsabilidad que sólo la seguridad de su valer y su valía puede brindarles. El mayor, ya traductor, con título y todo, que busca su segunda carrera y no sé cuántos diplomados y cursos adicionales. El menor, a punto de terminar de Sociólogo, con excelentes calificaciones y que ha mostrado su lado increíblemente humano al cuidar con una entrega total a Miel, primero y hoy, a Marx. De ambos, cada día me doy cuenta que saben mucho más que yo. Estudian, aprenden, conocen y manejan temas que en mi vida soñé que existían siquiera. ¿Cómo no he de admirarlos? Por supuesto, en esa admiración está cimentado el amor de padre.

En casa las pláticas, las discusiones, que a veces sí hay, giran en torno a temas de cultura. Nunca con la ofensa que agravia y menos, con la descalificación que lastima. Por eso, cuando la encuentro en alguien, de inmediato lo retiro, pues no es la forma correcta de tratar a la gente.

Y admiro a mis alumnos. ¡Claro que los admiro! Los veo haciendo tareas, buscando respuestas y me veo en lo mismo. Un día fui joven y fui alumno y veo que tienen mayor disposición que la que tuve yo en el estudio. Por eso tengo tanta confianza y tanta fe en que México debe salir adelante. Tiene a la mejor gente y es digna de admiración.

Me gustaría conocer su opinión.

Vale la pena.

José Manuel Gómez Porchini.
Director General
Calmécac Asesores Profesionales S.C.
Comentarios: jmgomezporchini@gmail.com 

domingo, 3 de junio de 2012

La central de autobuses de Monterrey.




Hoy vengo a tratar un tema meramente doméstico, de aquí de casa en el que ha faltado de manera absoluta voluntad, intención de hacer algo y por supuesto, acciones. Me refiero a la otrora bonita, cómoda y moderna central de autobuses de Monterrey que hoy es un verdadero asco.

En efecto, hará cosa de tres o cuatro años que los señores del dinero, esos que deciden la forma en que la gente ha de vivir, de actuar y por supuesto, de viajar, al parecer tuvieron un problema por la forma en que estaban repartidas las utilidades de la Central de Autobuses.

Pero voy por el principio. Hace años, muchos años, tantos que tal vez usted, mi querido lector no lo sepa, cada línea de autobuses tenía su propia terminal en la ciudad y ahí llegaban sus unidades. Había terminales de lujo, pobres, limpias y muy sucias. Es decir, cada línea le imprimía su propio sello a su terminal.

Un día, el gobierno determinó que las líneas de autobuses realizaran esfuerzos conjuntos para establecer un edificio común, una central de autobuses moderna, cómoda, limpia, accesible, funcional y todo lo que implique progreso. Se dividieron los cajones de estacionamiento, los lugares para arribar los autobuses y los espacios para venta de boletos.

Claro, cada línea creció, llegaron otras nuevas, hubo fusiones y muchos cambios. Un día de pronto, resultó que unos dijeron que eran dueños de más que los demás y por tanto, deberían quedarse con la mayoría del local de la central de autobuses de Monterrey. Y para no parecer muy oficiosos, empezaron a remodelar las instalaciones. No sé cuántos años llevan así, pero ojalá usted no tuvieran que llegar nunca a la central de autobuses de Monterrey. Es un muladar. Su estacionamiento es para solamente entre veinte y treinta carros del público, cuando tiene mayor afluencia que las centrales de cualquier ciudad vecina.

En el pleito por los espacios, unos se instalaron a vender boletos afuera, otros decían que esos eran boletos robados e ilegales y así, empezó una serie de descalificaciones y todos nos hemos enterado que no son capaces de pintar, de remodelar, de brindar un servicio público de transporte de pasajeros con los mínimos establecidos por la ley.

Vaya usted a Saltillo, a San Luis Potosí, a Querétaro y podrá ver centrales de autobuses limpias, cómodas, relucientes, con muy amplios estacionamientos, hechas para brindar servicio. Luego compare a la de Monterrey… ¡qué vergüenza!

No es un asunto importante, no es la elección de presidente de la república, ni siquiera someto a su consideración cuál de los candidatos a presidente municipal de Monterrey ha logrado acreditar más fallas en el otro, no, no va mi nota en ese sentido.

Es solamente un llamado a un reclamo que he escuchado muchas veces, que he vivido, pues también viajo en autobús, que conozco y sé que lastima a los usuarios.

¿Que qué falta? Tal vez, que el encargado de la secretaría del ramo, tome cartas en el asunto. Tal vez, que los de protección civil clausuren la central porque no reúne los mínimos para operar, tal vez, que los usuarios se adhieran al movimiento 132 para exigir sus derechos… o tal vez los dueños están esperando que les quiten el negocio para así, poder exigir justicia y gritar que los han robado.

En cuanto a lo del siniestro, de la conflagración ahí, en la central, solo es cuestión de esperar unos días. No la deseo, pero se ve venir entre el hacinamiento de mugre, entre la basura y la falta de atención a todo.

Cierto, algunas líneas han establecido pequeñas terminales fuera de la central, ya en camino al viaje, para poder acceder al autobús. Ahí mismo le venden el boleto y puede abordar. La gente las prefiere por ser más prácticas, más seguras y más limpias. Sin embargo, persiste el problema de fondo: La central de autobuses de Monterrey.

Me gustaría conocer su opinión.

Vale la pena.

José Manuel Gómez Porchini.
Director General
Calmécac Asesores Profesionales S.C.
Comentarios: jmgomezporchini@gmail.com