lunes, 28 de junio de 2010

El dolor de Tamaulipas.


A Rodolfo Torre Cantú y a su familia los conocí hace muchos ayeres, cuando el Médico de su casa era el Dr. Egidio, quien para entonces ya había ocupado casi todos los cargos a que un político puede aspirar. Y seguí tratando al Dr. Torre López muchas veces, pues tuve oportunidad de convivir con él por largo tiempo, todo lo que fue la infancia de mis hijos y mi vida en Ciudad Victoria, que en aquél entonces tenía por segundo nombre, Ciudad Amable.

Cuando supe que el Dr. Rodolfo era el candidato del P.R.I. al Gobierno del Estado, sentí un gran regocijo pues si bien no he sido militante activo de la política, sí conozco a quienes ahí participan y supe que podría hacer un espléndido papel, pues básicamente, era un hombre bueno.

Hoy, que he recibido atónito la noticia de la muerte, del cruento asesinato del Dr. Rodolfo Torre Cantú, de Enrique Blackmore, a quien también conocí y de varias personas más, sé que mi tierra natal, Tamaulipas, tiene un dolor muy grande.

Me consta, pues lo había venido siguiendo de cerca en su actuación, que el Dr. Rodolfo logró despertar el interés de la gente en los asuntos del pueblo, logró que el gobierno dejara de ser un ente ajeno para que varios, muchos, pensaran que como Gobierno, Rodolfo y su equipo podrían traer vientos frescos a Tamaulipas, tan golpeado por tantas cosas.

Hoy, que las caras aún están lívidas y los corazones palpitando en exceso, Tamaulipas sufre pues vio caer a varios de sus mejores hombres.

Tamaulipas, mi tierra, sabe que a pesar del dolor, ha de levantarse a seguir la vida, recordando a sus muertos pero exigiendo a los vivos justicia, oportunidades y que los delitos y sus culpables no queden impunes.

Tamaulipas y México exigen que para el bien de la vida pública, los tan deleznables hechos sean investigados y en su momento, los culpables procesados y sentenciados.

A México le sirve y le conviene que así sea.

Me gustaría conocer su opinión.

Vale la pena.

José Manuel Gómez Porchini.
Comentarios: jmgomezporchini@gmail.com
http://www.mexicodebesaliradelante.blogspot.com/

sábado, 26 de junio de 2010

La propuesta formal. GURÚ POLÍTICO.

Nota publicada en Gurú Político el 26 de junio de 2010
http://www.gurupolitico.com/2010/06/mexico-debe-salir-adelante-la-propuesta.html

He tenido muchas satisfacciones en la vida y una de ellas, de capital importancia, ha sido la invitación de mi amigo Carlos Álvarez a seguirlo con mis notas a Gurú Político que recién inicia como medio de información y manejo de noticias, comentarios y crítica política.

Me explicaba de viva voz que Gurú es el término que se utiliza para referirse a alguien que es un verdadero experto en un tema y que es lo que él ha tratado de lograr y conjuntar para soportar los esfuerzos y textos de lo que ahora hace.

Obvio, el haber sido incluido como miembro del grupo de quienes ahora estamos en Gurú Político, es un orgullo para quien escribe y en mi caso, un compromiso más que debo tratar de cubrir a cabalidad.

Por supuesto, nada más lejano a mis pretensiones que sentirme o creerme un experto en algo. Para nada. Si algo bueno podría decir, es que he tratado de que lo que escribo tenga visos de seriedad, que no ofenda por la forma en que está plasmado, pues en el fondo alguien puede sentirse agredido cuando se ubica en los supuestos que he criticado y además, que he buscado la verdad de lo que digo, para poder tener la confianza del lector, que es el verdadero destinatario de todos los esfuerzos aquí expuestos.

Por ende y para darme a conocer con Usted, le informo que he venido tratando de hacer valer una forma de lograr la seguridad social para la totalidad de la población, mediante el muy sencillo sistema de hacer una pequeña adición al artículo 4º. Constitucional, que permita que de cada pago que Usted, como mexicano realice, que lleve Impuesto al Valor Agregado, IVA por sus siglas, el equivalente a tres puntos se destine a una cuenta de ahorros a su nombre que le sirva para soportar pensión y servicio médico, con independencia de que Usted tenga o haya tenido una relación laboral formal o un empleo definitivo.

Ello quiere decir que todos, por el simple hecho de ser mexicanos, podrán aspirar a tener una seguridad social de la que ahora carece una inmensa mayoría de nuestros nacionales.

Los tiempos han cambiado y ya no es posible pretender que la gente permanezca por muchos años en un solo puesto de trabajo hasta obtener una jubilación.

Vamos, han cambiado las formas de lo que es el trabajo, que ahora muchos laboran desde sus casas merced a esa maravilla que es el internet, de hecho, esta nota, que es un trabajo, la realizo en la comodidad de un café de esos que tienen aire acondicionado, televisión y espacios muy agradables, sin que ello demerite la calidad de lo realizado.

Así, muchos trabajan pero no tienen un patrón formal y por ende, carecen de un ingreso regular que les permita acceder a créditos de vivienda, a seguridad social del Instituto Mexicano del Seguro Social y a muchos otros privilegios y prebendas que derivan de un empleo formal.

Sin embargo, las leyes deben adecuarse a la realidad e ir cambiando conforme cambia la sociedad y sus necesidades.

Ahora, trabaja tanto el profesionista independiente que por el hecho de tener un título profesional pensó que ya había logrado hacer la vida y que de repente, se da cuenta que ha laborado muchos años pero no tiene una aspiración real de tener una pensión, como también trabaja la señora que vende productos de puerta en puerta, en sus ratos libres y que a veces, obtiene ingresos fabulosos pero que nunca podrá aspirar a una pensión, pues no existe el mecanismo legal para ello.

Ahí es donde la propuesta que pongo a sus órdenes, es factible. Es válida tecnológicamente, es posible jurídicamente y desde el punto de vista constitucional, sólo necesita la voluntad política de los que ahora disponen desde sus curules, de la forma y destino de la vida de los mexicanos.

Vale la pena hacer un esfuerzo por convencerlos de que México, debe salir adelante.

Me gustaría conocer su opinión.

José Manuel Gómez Porchini.
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martes, 22 de junio de 2010

Los niños de Tamaulipas.

En el norteño Estado de Tamaulipas, allá donde vi la luz primera y donde radica parte de mi familia, la gente está acostumbrada a trabajar y a luchar contra la tierra para arrancarle sus frutos. Sabe, en consecuencia, que las cosas no son gratuitas y sabe, también, que debe uno aventurarse si desea lograr algo.

Como cualquier norestense, la gente sabe que todo cuesta. Y por supuesto, la vida vale y mucho.

Cuando ha habido pleitos por tierras o por mercancías o por cualquier otro problema, los grandes los resuelven a su modo: bravo, bravío, bragados. Es la forma de defender la vida y lo que va en ella.

Pero siempre se ha respetado a la familia, como lo hacía la gente de antes y lo hace aún, la gente que a pesar de sus desviaciones de conducta ante el Estado, conservan valores supremos como lealtad, integridad, valor y valía.

La familia siempre ha estado al margen del actuar de los del pleito.

Por eso es la ofensa ahora tan grande que existe entre la gente que, sin dedicarse a actividades de las que el Estado ha decretado sean ilegales, es decir, de las que el Poder Público ha determinado como que no son bien vistas, ha sufrido en carne propia la muerte de sus menores.

Si entre los que se dedican a actividades ajenas o diversas a las que el derecho positivo permite prende la furia cuando alguien lastima a su familia, imagínese Usted, mi querido lector, cómo puede estar la sociedad del Norte de la República y tal vez, de México todo, ahora que se sabe que los que asesinaron a unos niños en los brazos de su madre fueron hombres hechos y derechos, mayores de edad que sabían perfectamente lo que estaban haciendo y que por error, así lo quiere creer la sociedad, masacraron a unos menores.

Imagínese cómo puede responder la sociedad ahora que los más altos funcionarios han decretado que ese asesinato se debió a “falta de capacitación”, cuando quien lo cometió es un militar en ejercicio de sus funciones.

Algo debe hacer el gobierno para restañar esa afrenta a la sociedad civil. A la Sociedad que sin tener apellido rimbombante o de los que aparecen en las revistas del corazón, sí participan en el día a día de la forma de hacer a México, de la Sociedad que actúa en silencio, al parecer, pero que va guardando las ofensas para hacerlas valer cuando corresponde.

Lo mejor que pueden hacer, los del gobierno, es ofrecer una disculpa, reconocer su error y dejar en paz y a salvo a quienes no participan del carácter de enemigos de ese gobierno.

Lo demás, no alcanzo a comprenderlo.

Me gustaría conocer su opinión.

Vale la pena.

José Manuel Gómez Porchini.
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domingo, 20 de junio de 2010

La corte. MÉXICO DEBE SALIR ADELANTE.

En México, el tribunal superior, el que revisa los fallos de los órganos de administración de justicia así como la actuación ceñida a derecho de todos los demás entes que forman el estado, es la suprema corte de justicia de la nación.

Yo sé, como alumno egresado del Instituto de la corte, que debe escribirse con mayúsculas, pero también sé, que el prestigio, el respeto, la dignidad, el decoro, se conquistan, se logran, no se piden ni se imponen.

Para mí y para muchos mexicanos, la Suprema Corte de Justicia de la Nación, la que emitió fallos como el que terminó en la Expropiación Petrolera, la que defendió los derechos de los obreros, era una Corte que inspiraba respeto, que imponía en sus formas y que, vamos, hasta parecía tener algo de sacra.

Ahora, después de que, sabiendo perfectamente lo que hacían, a pesar de algunos trucos legaloides sin importancia, la corte emitió una resolución que condena y fustiga con la misma rudeza que la carabina de Ambrosio el actuar de todos los coludidos en el asunto de los niños carbonizados por la responsabilidad de los que no hicieron las cosas bien, pero que no alcanzan, para la corte, la calidad de culpables, pues no les ha dictado sentencia vinculatoria alguna, ya que a sus ojos, no alcanzan sanción, ha perdido presencia.

Según, que alguna autoridad debe actuar y ellos ya dieron el primer paso.

Sin embargo, para los que somos tropa, que no sabemos de esos vericuetos legales o bien, que los resquicios de la ley nos son ajenos, no entendemos la razón de que la corte haya dejado pasar la oportunidad de demostrar a los cuatro vientos que en México, sí puede haber justicia.

Cuarenta y nueve niños muertos y más de cien lastimados de por vida, muchas familias destrozadas y sólo por el afán de ganarse un peso más, son suficiente razón para que la corte, atendiendo a Fuenteovejuna, hubiera dictado sentencia vinculatoria.

México, el pueblo, ya citó, ya resolvió y ya emitió su sentencia: hay culpables y tienen nombre y apellidos.

La corte no ha hecho ni lo uno ni lo otro y menos aún, lo último. Sugiere, tímidamente, como esperando le llamen la atención, que podría, alguien, asumir su función.

México ya no está para titubeos y los Padres de los niños masacrados, menos.

Ha dejado pasar la corte una oportunidad de oro para congraciarse ante los ojos de los mexicanos, una oportunidad que quién sabe si volverá a tener, pues nadie podría apostar por la permanencia en sus muelles poltronas de los hoy aún ministros que ofenden al pueblo con su salario. Si hubieran resuelto como el pueblo exige, tal vez, podrían perdonarles sus insultantes dispendios y sus emolumentos fuera de realidad. Pero no lo hicieron.

Prefirieron perder todo, antes que ofender con una crítica a unos tipos a quienes el pueblo ya condenó y sólo falta se dicte la sentencia. Por cierto, la ejecución de la sentencia, a manos del pueblo, no tarda. Créame.

Me gustaría conocer su opinión.

Vale la pena.

José Manuel Gómez Porchini.
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viernes, 18 de junio de 2010

El Abuelo de mis hijos.

Hoy vengo ante Usted, mi querido lector, a contarle que mis hijos conocieron a su Abuelo Materno, Don Cenobio Garza Martínez, desde el primer día de su existencia, pues siempre lo tuvieron cerca.

Él se estrenó como Abuelo y yo como padre. Recuerdo claramente que cuando nació su primer nieto, José, llegó mi Suegro con una bicicleta de las que usan los muchachos ya grandes diciendo que antes de que nos diéramos cuenta la estaría usando. Además, como que él quería ya verlo grande. Hoy José ya terminó su carrera profesional.

A Daniel y a sus otros nietos de igual manera le fue entregando muchas cosas, siempre con miras a lograr que crecieran y alcanzaran metas nuevas. Sin embargo, José fue el primero y a pesar de que los abuelos quieren a sus nietos por igual, siempre le reservó un lugar muy especial.

Lo que trato de destacar es que siendo regiomontano por nacimiento y habiéndose criado con los usos y costumbres de esta tierra, fue muy desprendido y vasto como el que más, contrario a la imagen que se tiene de la gente de Monterrey, pues mi suegra siempre le decía “para qué traes tanto, si estamos solos” y él respondía: “háblales a los muchachos y reparte lo que traje”.

¿Quería una piña? Compraba una reja con veinte. ¿Se le antojaban lechugas? Un costal. ¿Zanahorias? Una caja de veinte kilos. Y así fue siempre. Muy espléndido.

Trabajó en exceso, como la gente de Monterrey, en la fábrica, hasta que se dio cuenta que podía lograr un poco más estableciendo su propio negocio. Eran los tiempos en que México permitía a sus hijos crecer y desarrollarse, lo que hizo a base de esfuerzos y sin maltratar jamás a nadie.

Su taller de torno fue suficiente para que se diera una buena vida, comida, paseos y para coches nuevos, viajar por casi toda la república y además, para cruzar el charco e irse a Europa, pues visitó algunas capitales y las principales ciudades de la Madre Patria, con su esposa y la menor de sus hijas.

Desde que nos casamos, fue tradicional que los abuelos visitaran a los nietos y de pasada, a nosotros, pero su afán principal eran los niños, hoy ya adultos ambos. Algunas navidades cargaron con todo y fueron a pasarla con nosotros en casa.

Con la cultura que da una educación profesional, de Trabajador Social, destaca entre sus logros que fue de los que participaron en las marchas para lograr que no se cerraran las puertas de esa escuela, hoy facultad, en el seno de nuestra Alma Mater, la Universidad Autónoma de Nuevo León. Su espíritu de servicio lo llevó a colaborar primero y por varios años, en las guardias del Hospital Universitario y luego, fuera de él, en diversas instituciones.

Congruente con su forma de ser y de pensar, participó activamente en las organizaciones de servicios, entre ellos, alcanzó la Presidencia del Club de Leones Monterrey Constitución, A.C. y obvio, acudió a cuanta convención lo invitaron.

Político, pues era gente con cultura e instrucción escolar, participó como liberal en la Gran Logia Masónica del Estado durante muchos años, tantos, que aún en vida le entregaron una medalla por sus 40 años ininterrumpidos de acudir a la Logia. En virtud de su entusiasmo y disciplina mereció que le rindieran un homenaje de cuerpo presente en la Capilla Ardiente con todo el protocolo que la ocasión ameritaba, gesto que la familia de mi esposa aún no acaba de agradecer.

Fue el encargado del “Saco de los Pobres” y me consta, pues lo acompañé varias veces, buscaba gente con problemas para ayudarles a resolverlos. En más de una ocasión escuché que alguien le criticaba en su presencia su desprendimiento y siempre decía: “lo único que te llevas es lo que te comes y lo que te paseas”.

Y sí, es cierto. La vida es tan corta que debe uno tratar de disfrutarla, de pasear, de gozar, de divertirse. ¿Para qué acumular rencores si la gente a quien se los dedicas ni caso te hace? Y Don Cenobio logró que hermanos separados se volvieran a juntar.

Y él se divertía. Trabajaba cuando tenía que hacerlo y lo hacía en toda forma. Como empleado, acumuló antigüedad y luego, al dejar la empresa, siguió cubriendo su seguro social hasta obtener una pensión que le sirvió para cuidar su salud los últimos años de su vida y dejar garantizada a mi suegra. La pensión la entregaba en casa, pero nunca le hizo falta, pues siempre se ganaba un peso más haciendo “chambitas”. En una ocasión le pidieron hacer algo, no recuerdo qué, que dijo que se tardaría tres días pero como era muy especial, el precio era muy alto. Por su nivel de especialización y por la confianza que tenían en su trabajo, se lo pagaron. Todavía recuerdo que cobró por esa “chambita” un poco más que un mes de sueldo del que yo percibía, lo que me hizo pensar que tal vez yo no estaba en la línea correcta.

Sin embargo, es cierto que el nivel de perfección que tenía la gente de antes, como Don Cenobio, implicaba hacer los trabajos bien y a la primera, de tal suerte que todavía días antes de que faltara, le llovían trabajos y siempre tenía dinero en la bolsa, que manejaba con una liberalidad prodigiosa.

Cuando las cosas se hacen bien y por la buena, siempre rinden.

Si Usted, mi querido lector, le pone signo de pesos a lo que hace, nunca le va a rendir. Debe hacer las cosas de tal manera que su trabajo sea el que hable por Usted. Y así vi a Don Cenobio hacer la vida. Entre sus frases, destaca la que dice: “yo no como del sudor ajeno”, que implica que cada peso que él gastaba, era producto del esfuerzo, algo que parece se ha ido perdiendo en nuestra sociedad. Claro, para poder producir, trabajaba y lo hacía desde temprano. Así se acostumbró a hacer las cosas y así terminó su vida: temprano. Murió a las cinco cuarenta de la mañana del seis de septiembre de dos mil nueve.

Y mis hijos eso aprendieron de su Abuelo. Eso vivieron con él.

Los tiempos y la vida nos llevaron a vivir fuera de Monterrey muchos años y un día me ordenaron mi cambio a esta ciudad. Yo pensé comprar una casa y establecerme, pero él había comprado una para su hija junto a la suya y ahí nos fuimos a vivir. Claro, nos dijo que sólo había que pintar y cambiar unas cuantas ventanas y listo, pero la realidad es que la casa se transformó por completo.

Sin embargo, se dio la oportunidad de que mi esposa viera los últimos años de su Padre y que ahora aún siga disfrutando a su Madre. Obvio, mis hijos van con la Abuela y le piden diez pesos para ir con una muchacha o al cine o algo así y ella les da como si fuera el Abuelo.

O bien, van por una tortilla por que no tienen nada que comer y claro, la Abuela les hace un festín.

Mientras tuvieron a su Abuelo, a él le pidieron para completar, claro, después de que en casa conseguían todo, tanto en efectivo como en comida. Lo de allá es sólo “para completar”. ¿Y cómo les digo algo? Son los abuelos…

Hoy, que se va a festejar el Día del Padre, que por primera vez mi esposa no tendrá su Padre y mis hijos al Abuelo que trataron, escribo esta nota.

Vale como un pequeño homenaje al hombre que forjó la familia de mi esposa y que dejó buenos recuerdos en la gente que trató. De hecho, vivió y disfrutó siempre con la paz que da la conciencia limpia.

Me gustaría conocer su opinión.

Vale la pena.

José Manuel Gómez Porchini.
Comentarios: jmgomezporchini@gmail.com

miércoles, 2 de junio de 2010

La libertad de expresión.

Resulta claro que las ideas, los pensamientos de la gente, las ilusiones de tener un mejor futuro y un ambiente más sano, en suma, la manifestación de los procesos mentales conocidos como creación y que se plasman para exhibirlos ante los demás, no pueden ni deben estar sujetas a límite alguno.

En algún momento, la manifestación de las ideas era libre en cuanto no fuera en contra de los dogmas de la Iglesia Católica, los últimos veinte siglos.

Tampoco podía atacar lo que el gobierno establecido considerara como bueno y correcto para la población. Menos aún, si esas ideas proponían un cambio en el estado de las cosas.

Es decir, Usted debía obtener un Imprimatur o Nihil Obstat que significan la orden o autorización de la Curia para publicar un texto, que obvio, no es otra cosa que la expresión escrita de las ideas de alguien.

Si le faltaba ese trámite, su texto no podía ser publicado. Si su texto carecía del permiso del Censor del gobierno, tampoco. Vamos, su texto tenía que ser autorizado para poder ser conocido por los demás.

Ahora, Usted escribe lo que quiere y su límite está en su propia decencia.

Lo correcto sería que dijéramos: -¡Maravilloso!

Sin embargo, la realidad es que si bien no existe cortapisa formal alguna a la libertad de expresión o a la simple manifestación de las ideas, lo cierto es que se convierte en un verdadero reto pretender publicar un texto que pudiera molestar a alguien.

Es decir, no basta con que las partes se pongan de acuerdo, el autor del texto y el editor del medio impreso, para que el contenido de lo escrito salga a la luz.

Se debe revisar, primero, que no ataque a los patrocinadores de la empresa comercial que edita el medio, ya periódico, revista semanal, quincenal o de cualquier otra periodicidad, o bien, que el medio sea visual, lo que agrava aún más, por la penetración de masas, de lo que ha de sacarse a la luz pública.

Luego, resulta obvio que la empresa tiene su propia línea editorial. Que si soy reaccionario, progresista, conservador, de avanzada, comunista o simplemente, existencialista o ecologista. Cualquier etiqueta que se le quiera poner a la empresa y que muchas veces el empresario adopta con gusto y hasta con orgullo. Por ende, Usted como autor no puede hablar mal de lo que sea contrario a los intereses existenciales del patrón.

Ya cuidados los dineros y las ideas, nos faltan los tiempos. Usted no puede hablar de navidad en julio ni de playas en diciembre. Se sale de contexto.

Claro, siempre y cuando su nota sea para el consumo masivo y tenga una fecha de caducidad muy corta, a veces, como del mismo día en que se generó la nota.

Entonces, si ahora, en junio, no puedo hablar de la navidad ni puedo hablar de los patrocinadores ni de lo que sea contrario a la línea editorial del medio en que se publica la nota, vamos a hablar del Derecho a la Libertad de Expresión.

¿Se fijó, mi querido lector, qué bonito se ve eso de Derecho a la Libertad de Expresión así, con mayúsculas iniciales? Hasta parece nombre de producto de línea, de los que se venden miles o millones.

Pero no, no hay tal. La libertad de expresión sí está restringida. Le ponen límites el dinero, las ideas, los tiempos, las formas y muchas otras cosas más.

Y sin embargo, cada año se celebra en este nuestro México sui géneris el Día de la Libertad de Expresión creado bajo los auspicios de un presidente de la república, de quien ni siquiera me gustaría acordarme, especialmente para que los grandes editores se congregaran junto al Presidente en turno y le agradecieran esa libertad.

Ahí es donde mis ideas chocan con la realidad. ¿Por qué he de agradecerle a nadie el que yo tenga un derecho? Tal vez, pueda levantarle un monumento a quien dio la vida o al que luchó por conseguir una nueva forma de hacer las cosas, pero no, nunca, al que sólo está cumpliendo con su obligación constitucional de respetar las leyes y entre estas, está el Derecho a la Libertad de Expresión.

Luego entonces, quienes ofrendaron sus vidas, los Hermanos Flores Magón entre ellos, haciendo valer su derecho a manifestar las ideas, son quienes habrían de ser enaltecidos.

Ahora, quienes podemos escribir y tratar de expresar una idea, una propuesta, una nueva forma de hacer las cosas, debemos recordar que no es gratuito ese derecho.

Que tomó muchos años y muchas vidas llegar a los tiempos actuales y que debemos luchar porque así siga.

Que nuestra única limitante sea el sentido común, que nos prevenga de decir barbaridades, de ofender a terceros o de usar la pluma para obtener privilegios.

Claro, siempre habrá el temor interno de saber que cada verdad expuesta a los ojos de la sociedad, puede convertirse en un enemigo mortal. Vamos, a veces, hasta una nota laudatoria puede llegar a causar problemas, si omitiste un nombre y ese, se da por ofendido y busca causarle problemas al escritor.

El oficio de escribir, en México, es uno de los más peligrosos pues tiene un porcentaje de caídos y lesionados en el cumplimiento de sus labores, muy superior a oficios técnicamente más peligrosos como manejar energía eléctrica o motores fuera de borda.

Mueren o matan más periodistas, en porcentaje, que repartidores de pizzas, que de suyo y por las motos, es uno de los empleos más peligrosos, o muchas otras profesiones.

Y sin embargo, cuando ya estás escribiendo, cuando estás dejando fluir la idea, como que los dedos se mueven solos, como que ya no eres tú quien escribe, si no otro yo que está metido en ti y escribe solo. Como que te preparas mentalmente para escribir una nota muy bonita, según tú, y resulta un ataque frontal a una situación desesperada. Eso es tener la voluntad, la posibilidad y el deseo de hacer valer tu derecho a la libertad de expresión. Dejar fluir las ideas y que por sí solas, salgan al mundo, a la luz pública.

Me gustaría conocer su opinión.

Vale la pena.

José Manuel Gómez Porchini.
Comentarios: jmgomezporchini@gmail.com